Tributos

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Epílogo: La impulsora de un nuevo juego

Quisiera pedir perdón por no publicar, pero lo cierto es que lo hice adrede ya que los martes estoy bastante ocupada con clases mañana y tar...

martes, 22 de agosto de 2017

Capítulo 45: La oscuridad del jugador

Antes de dejaros leer quiero anunciar que tengo una encuesta abierta para quienes tengan cuenta en fancfiction para votar que día quereis que suba los capitulos. Por ahora votaron pocas personas pero gana martes (el sábado sería la otra fic de allá), así que hoy teneís nuevo Capítulo :D


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Capítulo 45: La oscuridad del jugador

Cuando tenía once años Sean Kingsley descubrió el poder sobrecogedor del fuego. El como unas simples chispas podían aumentar hasta destruir algo en cuestión de minutos y, en cierto modo, le gustó.

Porque aquello no fue lo único que descubrió aquel día, en el edificio de justicia, sino otra cosa el fuego de su interior. Algo fuerte, destructivo e incontrolable que despertó en él en el momento en que Zachary cayó muerto ante sus ojos. Algo que le hizo iniciar el incendio que debía iniciar él, ante la mirada desconcertada de dos agentes de la paz. Un incendio imposible de detener a la par que él.

Sí, ahora recordaba lo mismo que le contó Matt en su momento, aquel agente mirándole asustado antes de caer, el rostro sobrecogido del que poco después se convirtió en el líder de la organización rebelde detrás. Y el otro agente ardiendo. Del mismo modo que ardió el edificio de justicia poco después.

Esa visión, aquel recuerdo rojo, le hizo sofocar una carcajada mientras sus ojos detectaban la marca de la segunda trampa incendiaria. Una carcajada similar a la que había soltado hace rato, antes de partir a buscar aquellos puntos que él y Nolan habían marcado a lo largo de la cueva. Debía reconocer que se sentía demasiado alegre para el punto en el que estaba del juego, pero no podía evitarlo.

Y es que no importaba lo que hiciesen, que detuviesen el fuego o a él, era demasiado tarde para que lo remediasen. Se detuvo en la segunda marca y no vaciló en iniciar la trampa y prender la siguiente llama, de forma automática y calculada. Ahora mismo era incapaz de pensar en lo que suponía lo que estaba haciendo, los riesgos de aquel incendio. Tenía la mente en rojo, llena de imágenes y recuerdos que se sucedían en un ciclo convenciéndole de seguir, Denalie muriendo abrasada por aquella lava, Zachary siendo asesinado ante él, y Giannira…

Ella era la que más le alteraba, desde el mismo momento en que había oído el cañonazo que marcaba su muerte notó como su mundo se quebraba por segunda vez, y todo por culpa del Capitolio.

Lo odiaba, decididamente lo odiaba, como saliese de la arena les haría pagar, todavía no estaba seguro de cómo pero buscaría un modo, de la misma manera que hizo pagar a los agentes la muerte de él.

Sonrió siniestramente mientras llegaba al tercer punto y seguía con el ciclo, iluminando todo ante él de una forma tan sorpresiva como placentera, le gustaba el fuego, le gustaba su destrucción.

Pero había algo que le gustaba más, el como la placidez que había sentido ya desde el inicio del juego había mudado a una alegría que comprendía más que bien. La alegría de tener manejado bien el juego, de que ellos no pudiesen frenarlo ahora mismo, no después de lo que había hecho Jack, y dudaba mucho de que él pudiese. Era como en aquel edificio, con todo coordinado de tal forma que nada, ni nadie, pudiese detenerlo y lo mejor era que ni siquiera había necesitado seguir sus normas, retener sus sentimientos, al contrario. Le había bastado con desatarlos uno a uno, amistad, compañerismo, valor, amor, y, por último, locura.

Sí, Sean Kingsley era consciente de que estaba demente en estos momentos, siempre lo había estado, en cierto modo, sus pensamientos se habían tornado tenebrosos y oscuros nada más desatar aquel incendio y con cada acto que realizaba el Capitolio en su contra no habían hecho más que empeorar.

Habitualmente intentaba controlarlo, replegarlo en dibujos bellos y atrapantes, mosaicos tan hermosos como sobrecogedores, reproduciendo imágenes que casi parecían reales. Y, en cierto modo, lo calmaban, al igual que a sus pensamientos.

Pero ahora, después de todo lo que había ocurrido, no le interesaba hacerlo. No si aquello no le ayudaba a cumplir su auténtico objetivo en este juego, algo que ahora mismo veía demasiado próximo para no disfrutarlo. Solo necesitaba llegar al final y entonces no importaba lo que pasase, si muriese o no en estos juegos, el Capitolio estaría perdido de todos modos.



Nada más detenerse el anuncio Jack pudo ver las primeras luciérnagas acudir hacia el punto donde se hallaba, aquel camino que había cogido en busca de Nolan, nada más culminar la batalla contra Giannira. Guiándole hasta el lugar del banquete, las siguió sin pensar mucho a la par que recordaba las palabras de Claudis, quedaban cinco tributos, no eran muchos para vencer, pero estando como estaba solo se le hacía bastante difícil. Necesitaba acudir a ese banquete, quizás, además de las medicinas para que su brazo y tobillo se recuperasen, encontrase algún arma o veneno letal esperando por él. Algo que le permita vencer a todos en un chasquido de dedos, de vez en cuando lo había.

No llevaba mucho andando, pensando en que tributos habrían sobrevivido y cómo derrotarles, cuando notó algo diferente en el ambiente, aquel olor, aquel calor, era, ¿fuego? ¿Los vigilantes tenían trampas incendiarias en aquellas cuevas? No, lo había comprobado al tercer día en la arena, las únicas trampas que había eran pinchos, flechas, y los túneles que se abrían y cerraban según como lo dictaban los vigilantes. Eso debía de haberlo iniciado otra persona, un tributo, pero, ¿cual y con que fin? Se agazapó en la boca del túnel que debía cruzar, intentando ser lo más discreto posible, en busca de la respuesta, pero al verla se quedó tan atónito como asustado por el espectáculo que veían sus ojos. Aquellas llamas reluciendo en la lejana y él…

El tributo del cuatro, Sean, había algo distinto en él, en sus ojos, su expresión tan fiera como calculadora a la par que activaba aquella trampa incendiaria. Algo que en cierto modo lo aterró a la par que comprendía que Giannira tenía razón.

Estaba perdido, definitivamente estaba perdido, el tributo del distrito cuatro era simplemente temible en estos momentos. No podía enfrentarse a él y al mismo tiempo era consciente de que después de lo que hizo, la muerte de ella, no había forma de que se librase de él.

"Es inevitable" Pensó, resignado. "Realmente nuestro enfrentamiento es inevitable, aunque ahora quizás..."

Quizás pudiese cogerle por sorpresa y atacarle, no parecía muy atento a su alrededor de todos modos. Y si le cogía por sorpresa quizás lograse detener todo. Intentó avanzar despacio, ser discreto, tal como le había intentado enseñar Cris a lo largo de estos días, pero, al momento de sacar su arma, él habló.

– Lindo, ¿verdad?–Dijo entonces, sonriendo de una forma casi maléfica, haciéndolo paralizarse al momento. – Pues esto solo es parte del espectáculo que le tengo reservado a esos sanguinarios asesinos que nos dominan. Un espectáculo tan inolvidable como diferente. Deberías irte, chico, aún puedes acudir al banquete y cambiar el juego. No puedes frenarme ahora mismo, nadie puede.

– ¿Cómo pudiste…?–Articuló cada vez más aterrado, ¿cómo podía actuar tan bien en estos momentos? ¿No acababa de perder a su compañera de distrito hace poco? Debería estar furioso y descontrolado, y, en cierto modo, lo estaba, lo notaba en sus palabras dirigidas a los vigilantes, pero al mismo tiempo, actuaba de una forma tan parecida a la de la chica del distrito dos que, simplemente, le dio pavor.

– ¿Detectarte? ¿Acaso te crees muy discreto? Porque no lo eres–Le respondió él en tono burlón y se rió, haciéndole apretar los puños. –¿Sabes? Podría matarte ahora si quisiera, ganas no me faltan, pero no sería divertido, así que te dejaré adelantarte un poco y ya nos enfrentaremos los dos en ese banquete tan determinante. Es para eso que estoy provocando todo esto. Pero ten cuidado, entre Nolan y yo hemos convertido este tramo en una trampa mortal. –Le guiñó un ojo con una sonrisa de auténtica diversión y él no pudo más que fulminarle con la mirada.

Realmente odiaba a ese crío, la forma en que jugaba con él era tan peligrosa como odiosa, que jugaba con todos, sin contemplaciones. No comprendía como Nolan confió en él, como todos lo dejaron ponerse en la cima de una forma tan fácil, no se lo merecía.

– Está bien, pero no creas que puedes vencerme tan fácilmente.–Le amenazó antes de partir, más decidido que nunca a llegar al banquete y buscar una forma de vencerle, lo necesitaba, definitivamente. Necesitaba hacerle pagar todos esos malditos juegos que llevaba con él y los demás, tanto como necesitaba vivir, e iba a hacer lo que sea para ello.



Sean mostró una pequeña sonrisa mientras veía al chico huir y esperó hasta que lo perdió de vista, antes de seguirlo y continuar el incendio. Debía admitir que cada vez le atraía más enfrentarse a él en igualdad de condiciones. Sabía que era peligroso, pero eso no hacía más que hacerlo más emocionante para él. Le gustaba el peligro, no en vano se pasaba la vida desafiando las normas, buscando las emociones que creía perdidas tras la muerte de Zachary y Denalie. Eso sin contar que ahora mismo ese chico le recordaba demasiado al tributo del distrito dos que venció a Denalie. Él también era un despliegue de inteligencia y análisis.

Y aquello no hacía más que activar su locura y ansias de matarle. Notaba las alucinaciones abriéndose paso por su mente, dominándolo, el rojo guiándole para vencer. Y simplemente se dejaba llevar por él, buscando algo familiar para guiarse hasta que lo controlase bien, el fuego. Conectando aquellas trampas incendiaras que le recordaban al incendio en el edificio de justicia, un incendio que contenía más secretos de los que parecía, a la par que él.



Doce chispas, doce distritos, un incendio. Nolan casi podía sentirse culpable por pensar en el sentido que le transmitió el esquema de aquel incendio, cuando lo vio. Por intentar, mientras activaba y evitaba trampa tras trampa, a la par que se tapaba la boca con su brazo sano, para así evitar aspirar el humo, captar el fin del juego de Sean. Era todo un mensaje, solo que esta vez dudaba que los Capitolinos fuesen los receptores, al contrario, era todo un conjunto de lo que ocurría en estos juegos. Nunca personas como él, Cynthia, y Sean, en parte, habían llegado tan lejos en un juego sin seguir sus normas. Algo estaba cambiando, algo se estaba gestando, y aunque el chico del distrito ocho sabía que no estaba en una situación como para alegrarse por ello, no podía evitarlo.

Desvió la mirada a la pareja de tributos del distrito uno, para no perderlos de vista, e indicarles como esquivar los tramos más cercanos a ellos. William tenía cierta dificultad para avanzar rápido por el escozor de su quemadura, sin embargo, había algo que le ayudaba, el terreno se movía para favorecerle. Sofocó una carcajada al notarlo, en verdad, los vigilantes tenían un humor negro en estos juegos. No iba a ser sencillo vencerle en el banquete, del mismo modo que tampoco era sencillo vencer al Capitolio. Solo lo lograría si saliese de estos juegos con la suficiente entereza para armar una rebelión, y, a estas alturas del juego, era obvio que no lo iba lograr.

Pero incluso así, sabiendo aquello, el chico del distrito ocho no pudo evitar sentir cierta excitación, comenzaba a comprender a Sean, su actitud, realmente era agradable saber que muriese o no tendría ganado el juego. Y estaba claro que iba a morir pero, si era astuto, sería en sus propios términos.

Vio que el chico del distrito uno le fulminaba con la mirada, desconcertado por su actitud, y agachó la cabeza, avergonzado, entendía porque lo hacía, esta situación era su culpa, por confiar en Sean. Pero entre que el chico se había mostrado de su parte desde el inicio y el sentido de sus mensajes, no había podido evitarlo. El chico del distrito cuatro no era como él, era peor, y todavía no estaba seguro de cómo no lo había notado antes, pero ahora era demasiado tarde para remediarlo, o lograba salvar a Cynthia, o el Capitolio tendría un problema más grave que una rebelión en creces.

En cuanto a ella, se veía bastante aventajada para esquivar las llamas y trampas diversas debido a su asombrosa agilidad, estaría a su lado de no ser por William, era obvio que el chico del distrito uno estaba demasiado tenso y juntarse solo empeoraría las cosas. No podían luchar ahora, era peligroso.

Siguió esquivando, intentando no retratarse demasiado a la par que se esforzaba por dominarse y seguirle el juego a los vigilantes por encontrar el lugar del banquete, buscar señales o movimiento que le indicasen donde ir. Pero otra vez sus ojos se desviaron al recorrido de las llamas, las llamas y el como las evitaba Cynthia, le captaba. Y, al hacerlo, estudiar sus desvíos, sus saltos, su agilidad, comprendió otra cosa, otro juego, el camino del fuego a su alrededor indicaba algo tan familiar como obvio, el camino que había llevado a Denalie Cresta a enfrentarse cara a cara con el tributo del distrito dos. Solo que, en este caso, no era lava lo que se enfrentaba a ellos.

Y Nolan tuvo que controlarse para no reírse de nuevo, era obvio que, por más que lo intentase, no podía odiar a Sean, ese chico estaría loco pero seguía siendo un genio, seguía manejando el espectáculo demasiado bien. Tanto que estaba seguro que, de no haber enloquecido, su muerte armaría tanto revuelo como podría armar la suya si la gestaba bien. Así que decidió dejarlo estar, igual no importaba, no era él quién lo iba a matar de todos modos.



William no podía más que fulminar a Nolan con la mirada, ¿cómo podía estar tan excitado?, tan confiado… ¿Acaso no veía el peligro a su alrededor? ¿El hecho de que Sean no solo tenía el maldito juego en sus manos, sino que estaba simple y llanamente desquiciado? Debería estar aterrado, no sonriendo como si fuese a ganar el juego. Le irritaba.

Siguió intentando evitar la mayor parte de trampas posibles, ahora veía, por la forma en que eran guiados, que los vigilantes querían su enfrentamiento en aquel banquete y no podía ser más provechoso. El problema era que Cynthia no podía separarse de él ahora. Entendía porque había bajado el muro, porque había podido seguir con él. Al matar a la chica del distrito nueve había demostrado que podía ganar, y eso era justo lo que necesitaba el público para presionar a los vigilantes a que la apoyasen un poco. Del mismo modo que los habían forzado a apoyar a Finnick el año pasado, pero, al mismo tiempo, sabía que el Capitolio no iba a alejarla de los tributos para que venciese. Tendría que ir al banquete, como todos, y no estaba seguro de que los vigilantes la separasen de ellos entonces, menos después de semejante cooperación por salvarla.

Hizo una mueca cuando Nolan se echó hacia atrás porque justo las llamas le bloqueaban la salida pero, de nuevo, los vigilantes le favorecieron levantando un alto desnivel que las frenó a tiempo a la par que el lugar del banquete aparecía ante sus ojos. Aquella explanada de tierra rocosa, extrañamente iluminada, a pesar de no estar en el exterior, y era obvio por qué, las luciérnagas que ayudaban a los tributos a guiarse. Y entonces algo pasó cuando cruzaron, tanto el humo como las llamas se frenaron como si estuvieran ante una pared invisible.



Y era obvio por qué, ellos no eran los únicos que estaban aquí, también Jack y Sean que, al parecer, ya habían comenzado a batallar. Si a eso se le podía llamar el juego lento pero eficaz, que llevaba el chico del distrito cuatro con el del siete. Guiándolo a través de sus armas, de una forma tan disimulada y cruda que realmente era un espectáculo para los ojos. Era algo que de no estar en los juegos, sino tras la pantalla, realmente sería capaz de apreciar. Justo en aquel momento notaron que la tierra se movía bajo sus pies, deteniendo a los contrincantes de golpe, a la par que aparecía lo pactado por Claudis.

Aquel temblor sirvió para que Jack reparara en sus otros contrincantes, además de Sean, la pareja de tributos del distrito uno y Nolan. Era tan irónico como increíble que personas como Nolan o Cynthia estén a estas alturas del juego. Quizás Giannira tuviese razón en estar tan confiada, después de todo. Su mirada se movió de ellos a los obsequios comprobando dos cosas, la primera, no parecía haber ningún veneno letal allí, sin embargo sí que había algo, un camino abierto ante él, aparte de la crema que necesitaba para que su tobillo se aliviase un poco. Y podía adivinar perfectamente adónde le llevaría: la pradera.

Sonrió un poco, quizás tuviese una oportunidad al fin y al cabo, pues aunque Sean se guiase muy bien por el cristal, era consciente de que bastaba con rozar su arma con algunas de sus plantas y herirle, para que todo cambiaría de dirección. Y se había pasado el suficiente tiempo analizando a Cynthia para qué, aun cuando la chica no lucía un arco, sino una ballesta, podría salir favorecido si la atacaba de cerca, peor aún si la chica veía caer a su novio en este banquete.

Y la segunda, y la más preocupante, los obsequios estaban dispuestos de tal forma que no iban a tener más remedio que luchar por ellos, era todo como en la Cornucopia, incluso peor, ya que solo había un cicatrizante y, dado el estado del brazo de Nolan, era obvio que no iba a ser el único en intentar alcanzarlo. Había agua, medicinas, e, incluso, adrenalina, por algo obvio, los juegos se iban a acabar entre esta noche o mañana, de hecho, no le sorprendería que, al salir a la pradera, ya estuviese amaneciendo. Tenía que reaccionar de forma astuta y rápida, todos debían hacerlo.



Sin embargo, aquello no era lo único que había allí, Cynthia lo advirtió mientras intentaba adivinar qué hacer ahora, las luciérnagas no estaban allí para decorar sino que se congregaban alrededor de unas zonas concretas, zonas que brillaban de una forma tan parecida a la pared, que le había dicho Sean que había en las cuevas, que era demasiado obvio lo que eran. Se mordió el labio, al descubrirlo, era obvio que aquello era para ella, pero no se sentía capaz de disparar a nadie para custodiarlo, del mismo que no se sentía capaz de dejar a William y Nolan atrás, por más que debiese.

Y a la par todo aquello contenía un mensaje demasiado obvio, los juegos se iban a terminar en la pradera.

"Puedo conseguirlo" pensó. "Si consigo encontrar una forma de escapar del banquete, puedo conseguirlo." Y, sin pensar mucho, se echó a correr, William la observó, sorprendido, para luego intentar frenarla al ver que Sean soltaba una pequeña carcajada antes de actuar él también. Pero no solo ella se había zafado demasiado rápido sino que el chico del distrito cuatro, al igual que Nolan, era ambidextro lo que le permitió lanzar no solo el hacha que aterrizó delante de Cynthia, obligándola a echarse hacia atrás, sino otra que le impidió acercarse a él. Lo observó más aterrado que furioso, a él y aquella fría expresión que lucían sus ojos, la forma en que parecía guiarlos era tan certera como terrorífica. Tenía el mando de los juegos, definitivamente.

Cynthia por su parte lo observó tan perpleja como asustada, pero él ya había renunciado a atacarla para tomar algo de agua, mientras que Jack, había aprovechado la distracción de él, para alcanzar aquella pomada y la extendía sobre su tobillo.

Agachó la cabeza, algo avergonzada, cuando su novio llegó a junto de ella e intentó murmurar una disculpa, cuando vio que el hacha de Sean había quebrado uno de los cristales, de tal forma que, tras un golpe suave de la maza de William, pudo arrancarlo. No comprendía, ¿Sean intentaba matarla o ayudarla? No pudo evitar recordar su, obviamente rota, alianza, pero no creía que en el estado en el que estaba el chico la recordase, así que tal vez solo quisiese divertirse con ella un poco. Parecía tan distinto en estos momentos… Enloquecido y roto a la vez. Era obvio lo que había dicho Nolan, si salía de allí, nunca lograría recuperarse, y, a la vez, dudaba mucho que pudiese dispararle a sangre fría en estos momentos.

Vio que no eran los únicos que habían decidido actuar, el chico del distrito siete se levantó para intentar localizar aquel cicatrizante cuando esté desapareció ante él, agarrado por un hilo casi invisible, y Nolan le mostró una pequeña sonrisa, antes de intentar aplicárselo en el brazo. Al contrario de las agujas que había recibido William, aquello parecía más bien un gel, pero apenas había comenzado a desprenderse de una de sus vendas cuando el chico del distrito siete llegó junto a él, furioso. Era obvio que en este juego todos iban contra todos.

William observaba a Nolan, dubitativo, dudaba mucho que el Capitolio le permitiese a Jack matarle, no dado lo tanto que se habían enfrentado él y Nolan en los juegos, debía hacerlo él. Y, a la vez, como Nolan matase a Jack, Cynthia no tendría muchas oportunidades de matar a Sean tampoco, el mismo que le sorprendió al actuar, de nuevo, en favor de su aliado. Lanzando un hacha de tal forma que Jack no tuvo más remedio que retroceder, mirándole tan asustado como indignado. Seguidamente se rió, mirando el cielo en una seña de pleno desafío y, por la mirada de Nolan al verle, a la par que sonreía un poco, entendió que el tributo del ocho había visto lo mismo que él, aquel acto era un auténtico ataque a los vigilantes de los juegos. Una forma de demostrarles que no controlaban el juego, tampoco. Lo hacía él.

Sacudió la cabeza, en señal de desacuerdo, era demasiado obvio que Sean no pensaba con claridad en estos momentos, pero era incapaz de culparle por ello. No viéndole aquella mirada tan rota y enloquecida, lo comprendía demasiado bien. Jack entonces perdió los nervios y se le echó encima, olvidando que seguía con un brazo incapacitado y no sabía apenas nada sobre como actuaba Sean de cerca.



Nolan hizo una mueca al ver a Sean sonreír, después de que Jack se le lanzase encima, la forma en que bloqueó su ataque fue tan instantánea como sorpresiva, quedándole claro al chico del ocho que su aliadollevaba las de ganar en este enfrentamiento. Vio que Jack arqueaba una ceja para luego tener que lanzarse hacia atrás, algo asustado, al ver que Sean casi le alcanzaba el cuello en su primer ataque. El chico del distrito cuatro comenzó entonces a llevar un pequeño juego con él, un juego tan crudo como había sido el del tributo del distrito dos frente a Denalie, en los Sexágesimo segundos juegos del hambre. La diferencia era que los movimientos de Jack eran más calculados o, al menos, lo intentaban. No estaba seguro de cómo se guiaba Sean para adivinar sus movimientos y defenderse de ellos, mirándole solo el rostro, pero lo hacía. Realmente el chico del distrito cuatro era temible. Calculador, certero, y tan frío que resultaba cruel al jugar con las emociones de su enemigo, su miedo, buscando guiarle a su terreno, no para matarlo, sino para someterlo a sus deseos. Jack no tardó mucho en advertirlo, también, para luego echarse hacia atrás, buscando un modo de escapar de él y dirigirse a la salida del lugar del banquete, muy asustado.

Suspiró, desviando la mirada de ellos, no soportaba ver aquella batalla, no soportaba ver a Sean así, menos a Jack, pero tampoco podía ayudar a todos en esta contienda. No cuando ya había hecho su elección. La mirada de Cynthia conectó con la suya, mientras la chica se nutría de algunas cosas del banquete, para recuperar energías; y supo que ella pensaba lo mismo que él. Mientras que William observaba el enfrentamiento tan interesado como sino estuviese en los juegos, sino tras una pantalla. Lo fulminó con la mirada, lo odiaba, en definitiva, ¿cómo podía disfrutar aquello?

Agachó la cabeza y decidió comenzar a reaccionar él también, terminar de curar su brazo y preparar sus trampas para la batalla, pues dudaba que los vigilantes le dejasen sin hacer nada mucho tiempo. De no ser por Cynthia no habría vacilado en enfrentarle, ganas no le faltaban.


Cuando Sean comprendió lo que pretendía Jack soltó una carcajada, dejándole adelantarse un poco, para luego pestañear y centrar la vista sobre ellos, concretamente en William, al cual le dirigió una sonrisa que al chico rubio le resultó muy similar, era la misma que le había parecido ver en su rostro cuando le clavó aquella gasa…

Se estremeció, ahora veía que el chico le había mentido vilmente aquel día, que Miller tenía razón al acusarle, que siempre había estado en su contra y él ni siquiera se había dado de cuenta. Apretó los puños, utilizando la ira como escudo contra su miedo, dejándose llevar por sus malos sentimientos, y no vaciló en atacarle. Pero apenas había dado unos pasos cuando tuvo que protegerse de una de sus hachas, Sean se rió, ahora moviéndose a un lado a la par que volvía a lanzar y esta vez, al tener que moverse para quedar frente a él, no tuvo tanta suerte sino que esta le alcanzó la mano izquierda. Hizo una mueca aguantándosela contra sí, al ver como le sangraba. Era obvio que el chico del distrito cuatro era demasiado rápido para él.

Al verles, Cynthia agarró su ballesta, dispuesta a defender a su novio, pero estando este delante de ella no podía atacar sin alcanzarle. Nolan les observó, algo incrédulo, para luego reparar en otra cosa, nada más Sean agarrar otras armas, aquellos tres cuchillos, virando la mirada hacia él y las líneas de una de las primeras trampas que había logrado poner y se dio cuenta de lo que pretendía el chico realmente: Ayudarle.

Así que cogió valor para, por una vez, reprimir sus sentimientos y no perder tiempo en actuar: empujando a Cynthia, hacia un lado, de tal modo que ella cayó sobre el suelo, mirándole incrédula. Hasta que vio el cuchillo, despertando una de las trampas dispuestas, que hizo saltar una pequeña red, que actuó de barrera entre ellos. Le mandó una mirada de disculpa a la par que sus labios formaban las palabras "Llega al final", justo cuando los vigilantes decidieron actuar, también. Abriendo una grieta que obligó al chico del distrito cuatro a frenar su asalto para no caer, antes de reírse y partir por la misma dirección por la que se había ido Jack antes. La misma grieta que impidió a Cynthia avanzar para alcanzar a su novio, separando así los obstáculos que se interponían ante el enfrentamiento de los dos rivales.

Como veís la acción es mucha para la escasez de muertes pero tranquilos todo tiene un patrón, en cuanto a Sean es el principio firme de la psicópatía, estar demente, ser consciente de ello y amarlo. Y, sí, ya sé que pude eliminar el fuego pero dada la emoción del público sería algo muy drástico y bajaría la audiencia mientras que semejante carrera, planeada o no, mantiene en vilo. Nos leemos en el siguiente. :D



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