Tributos

Lee el último capítulo publicado :)

Epílogo: La impulsora de un nuevo juego

Quisiera pedir perdón por no publicar, pero lo cierto es que lo hice adrede ya que los martes estoy bastante ocupada con clases mañana y tar...

viernes, 6 de octubre de 2017

Capítulo 50: La victoria del valor.

Hola, hola, ¿listos para el Capítulo final?, yo no XD. Preciso que si bien este es el que considero último capítulo, no es el final de la fic. Todavía le falta el epílogo que contendrá la entrevista de nuestra protagonista y el cierre definitivo a su historia con la conexión con la rebelión y la historia de Katniss y Peeta. Lo publicaré la semana que viene :)

Capítulo 50: La victoria del valor.

Elementos que escapaban a su control, así eran Sean y Nolan para el Capitolio, elementos que escapaban a su control de una forma más que asombrosa.

A base de estallidos imprevistos.

Estallidos que Cynthia presenció mientras se sucedía la retransmisión, la alianza de Jack con la chica del nueve, sus decisiones a partir de ahí, la vuelta de los profesionales con William y la advertencia de Sean:

"Este lugar… Es como un plató de televisión, un peculiar concurso en el que todos tenemos un fin. Vosotros lo sabéis y, después de lo que acaba de pasar, puedo afirmar que Nolan también. No estamos en ventaja"

Y como todo fue cayendo a partir de ahí. Mientras William y ella intentaban dormir, para que luego su chico y Miller buscasen un modo de matar a Sean, este ya había lanzado su asalto.

Lo vio todo de una forma tan nueva como obvia, la entrada de los demás profesionales a las cuevas, su encuentro con el chico del cinco, el ataque de Sean, y después, un momento que la hizo taparse la boca.

Los vigilantes habían lanzado una trampa contra Sean para matarle, pero, gracias a Nolan, este se salvó: El valor de la amistad

Amigos, eso parecían los chicos mientras el público gritaba eufórico, amigos dispuestos a protegerse y salvarse mutuamente.

Cynthia lo vio todo: la forma relajada en la que hablaban, luego la batalla de Robin y el del cinco y como este sucumbió a causa de la planta que Giannira vio en el cristal.

El Capitolio ahogó una exclamación mientras enfocaban el rostro de Sean, quién apenas pestañeaba. A Cynthia le sorprendió, aquel chico era su aliado, ¿cómo podía mostrarse inmune a su muerte?

¿Cómo podía hurgar en sus cosas como si este no fuese más que un desconocido? Estaba comenzando a plantearse muchas cosas sobre Sean.

Realmente el chico parecía loco en algunos momentos.



Luego la imagen saltó al chico del cinco, que era capturado por el del siete, cuando Nolan llegó a junto de él.

"Al fin os encuentro, menudo laberinto, ¿no creéis? Esperad, ¿qué hace Radón aquí?"

¿Qué hacía el chico ahí? Era obvio, les era útil. La pantalla entonces mostró a Nolan montando guardia, interrogando al chico del cinco y un paracaídas con una nota:

"Cada regalo significa un paso en la dirección correcta. Aprovéchalos bien."

Un paso en la dirección correcta, eso fue lo que hizo Nolan a partir de entonces, dar pasos en la buena dirección: Dejar dormir a Radón, hablar con Jack, alejarse y así propiciar un encuentro todo menos amistoso con Sean y Giannira.

Cynthia observó la imagen, confusa, aquella persecución, como Nolan tomaba el liderazgo de forma imprevista. Una hacha, un estallido, y la idea de no separarse por ello.

Una idea que hizo sonreír a Sean.

Porque era justo lo que planeaba, jugar con su miedo, inducirlos a no pensar y así reaccionar tal y como él quería.

Lo supo en el momento en que Sean hablaba con Giannira acordando uno, romper las reticencias, dos, separarse para así permitirle actuar en contra del chico del siete. Clavándole aquel cuchillo con aquella nota, para luego regresar a la Cornucopia y recibir el regalo que le permitió incendiarlo todo.

Sean sonreía como un niño triunfal con un juguete nuevo, disfrutandolo como si fuese algo maravilloso, mientras Caesar decía:

–Una maniobra muy ingeniosa de Dalila. Convertir al chico sin miedo en el chico de fuego. Un loco incinerador solo por ganar. –Cynthia le observó muy asustada, ¿cómo podía hablar del asunto con tal emoción? No era natural.



Natural.

Aquello era todo menos lo que parecía Sean Kingsley en aquellos momentos de la retransmisión. Natural, normal… Para Lyra no era nada nuevo, ella misma había sospechado lo que ocultaba, nada más verlo desatarse antes de su entrevista. Su locura que lo marcó todo.

Saltaron al cuarto día con una rapidez asombrosa, al momento en que Cynthia avisaba a Sean, para luego saltar a, por primera vez en el juego, Nolan. Nolan y no Jack, por algo obvio, la discusión con su compañera de distrito.

Jack–Decía esta, señalándolo. – Y Maika, los dos llevan desde ayer portándose como si nada, ni nadie, les importase salvo ganar. Aunque bueno, ella ya me miraba como si no fuera útil para ella desde que nos conocimos. No dejo de preguntarme cuánto tardarán en matarme.

Y mostraron la mirada cautelosa del chico a aquellos dos, sus certitudes sobre su alianza, la desconfianza... Una desconfianza que les resultó muy favorecedora a los rebeldes.

"Si todavía no lo ha hecho, me temo que le falta poco. Lo conozco tanto como me conozco, Gianni, sé que tras ver lo que le hice ver anoche en las cuevas, está a punto de explotar."

Fue lo siguiente que mostraron, la charla de Sean y Giannira, su secreto y aquel beso que los llevó a ser llamados trágicos amantes del distrito cuatro.

El beso que hizo estallar a Finnick…

Lyra observó, con una sonrisa maliciosa, la forma en que el vencedor del distrito cuatro se tensaba con la repetición de la escena. El beso, su disculpa y luego, el cañonazo y la primera explosión:

"¡Basta!"

La imagen saltó después de aquello por algo obvio, su siguiente frase: "¡Estoy harto de que todos reaccionéis como si fueseis juguetes en manos de los auténticos dueños de los juegos! ¡Esto no está bien!" Era algo que no debería mostrarse jamás, un auténtico desafío, la primera chispa de la tormenta. El distrito ocho comenzó a moverse después de aquello y, para cuando mostraron la imagen que mostraban ahora, Jack y los profesionales tejiendo planes, era demasiado tarde.

Nolan acababa de leer aquella nota.

"Todavía somos aliados ¿verdad?"

Y todo cayó en picado, independientemente del esfuerzo del Capitolio en ocultar los símbolos rebeldes.

Los distritos cuatro y ocho ya habían comenzado a moverse, a expensas del Capitolio, completamente absorto en el espectáculo, desatándolo todo en la noche.

Tan coordinados que hasta daba miedo.



Miedo.

Fue la expresión que tiñó los ojos de la nueva vencedora al ver la siguiente escena. Su separación acordada para ganar, el acuerdo con William y como todo se malogró gracias a los vigilantes. Pero para entonces era demasiado tarde.

Nolan tumbó a Jack con un tranquilizante, escapó para luego ser salvado de una trampa por Giannira, provocando otro grito del Capitolio y todo se desató.

Cynthia no quería mirar aquello, no ahora sabiendo la verdad, lo que tocaba, era horrible.

Era horrible ver a Sean y Nolan planeando destruirlos y aquel brillo loco de los ojos del primero al decir, en voz baja, que ya había hecho esto antes. La imagen entonces volvió a saltar hasta cuando Nolan aceptó seguirlo, ocultándole otra escena peligrosa. Para luego alternar flashes de ellos dos disponiendo trampas y los profesionales batallando con el resto de la anterior alianza de Nolan. Hasta que los vigilantes volvieron a reaccionar.

Y ella tuvo que ver como la encerraban con la chica del distrito nueve, la desesperación de William mientras Miller reía como una auténtica psicópata, para luego correr tras la chica del distrito ocho y el del doce.

Quienes se frenaban en plena carrera, discutiendo, para luego besarse.

Cynthia los observó incrédula, a ellos y como el Capitolio se enternecía para luego excitarse cuando Miller los encontró ¿Cómo podían hacer eso? No era natural, definitivamente no.



Natural.

Aquella edición era todo menos natural. La joven Annie Cresta lo sabía muy bien, lo había hecho desde que él, Sean, le había prometido ganar o conseguir que su nombre fuese recordado, por Denalie, en el edificio de justicia.

Había sabido que aquella edición sería todo menos habitual.

Pero, ¿acaso no era lo habitual con el chico sin miedo? ¿Que nada saliese según lo programado?

Annie no podía sentirse más dichosa de estar en casa, con su familia. Había visto a su distrito alzarse, correr peligro, por Sean… Incluso ahora mientras la retransmisión se sucedía todavía aspiraba el ambiente a tormenta, los agentes buscaban a los rebeldes que no habían capturado el día que el distrito estalló. Mientras, en el Capitolio, los encargados arreglaban lo posible aquellos juegos.

Mostraron las batallas más épicas, Cynthia y la del nueve, Miller, la cual le asqueaba, y el del doce tras la muerte de la del ocho. Y, luego, Giannira y el del siete:

"Contribuir al espectáculo. Ese es el fin de todo esto, Jack."

¿Espectáculo? ¿Eso eran los juegos del hambre, no? Un espectáculo a jugar para ganar.

Sí, lo era, siempre lo había sido. La diferencia era el modo en que lo hacías.

Y el modo de Sean había sido más que sorpresivo. Como lo había coordinado todo, un cañonazo, otro, una batalla al tiempo que otra. La conversación de Giannira y Jack había sido cortada en el momento más interesante, cuando ella decía que nada cambiaría si él ganase. Tenía razón.

Nada cambiaría si otro asesino sin compasión ganase.

Y Jack era uno, lo demostró claramente al matar al del cinco y, ahora, a Giannira, la única razón por la que se frenó fue por miedo.

Pero era demasiado tarde.

"No pienso hacerlo hasta que me mates, Jack, estás perdido."

Y, de nuevo ocurrió, una muerte, un estallido. Sean desbancándolo todo, al igual que en el edificio de justicia, el día en que ella decidió suplicar a sus padres por una oportunidad de vengar a su hermana.

Tal y como estuvo haciendo Sean con el incendio, el como lo desató todo, un evento inesperado, un incendio, una sorpresa.

Eso era lo que era Sean Kingsley, loco o no, una auténtica sorpresa, al igual que Denalie.

Annie sonrió maliciosamente, jugando con el dije de rayo de su colgante, por fin sabía el mejor modo de ganar.

Siendo una auténtica sorpresa en sus juegos.



Los juegos se fueron a pique a partir de aquel momento, aquello era más que obvio. No mostraron lo que dijo Sean al cielo pero no fue necesario. Nada se pudo frenar, ni el incendio, ni la batalla, ni lo de después. Lyra ya se lo había dicho a Beetee, en el momento en que Sean Kingsley estallara no habría modo de frenar el juego, aquel asalto que enmascaraba la rebelión de dos distritos.

Dos chispas de doce….

Era lo que mostraba el Capitolio ahora. Nolan diciendo que Cynthia debía vivir, un salto de estática y la palabra obvia con la que el Capitolio justificaba los actos de Sean.

"Está demente"

Sí, definitivamente, lo estaba, pero aquello no le evitaba ser un genio, tirarlo todo... Saltaron al momento de Cynthia aceptando, aquella carrera, y luego cuando Sean y Jack se encontraron.

"¿Sabes? Podría matarte ahora si quisiera, ganas no me faltan, pero no sería divertido, así que te dejaré adelantarte un poco y ya nos enfrentaremos los dos en ese banquete tan determinante. Es para eso que estoy provocando todo esto."

El banquete, el mejor momento de diversión del Capitolio. Después de aquello la imagen se centró en Cynthia, Nolan y William. Aquel triángulo amoroso luchando por sobrevivir al fuego de Sean, siendo ayudados por los vigilantes. Más, incluso así, todo fue inútil.

Porque en el momento del banquete todo se malogró.

Sean tenía un mínimo de cordura que le hacía guiarlos a todos, Cynthia, Jack, Nolan, y así de seguido. No mostraron su desafío al cielo, menos como lo veían otros, pero incluso así el mensaje era obvio.

Él era el maestro del juego, un loco y un rebelde a la vez.

El banquete se saldó sin víctimas, con William y Nolan quedando frente a frente, mientras Cynthia, el del siete y Sean se dirigían a la pradera y dos batallas se desataron a un tiempo.

La de Nolan y William y la de Sean y Jack, los rebeldes y los obedientes juguetes y adivinen quién perdió.

¡Oh, sí!, sin duda aquel había sido el mejor momento de los juegos.



El mejor momento de los juegos.

Cynthia no podía creerlo, aquellas batallas tan horrorosas eran, según el Capitolio, el mejor momento de los juegos. Nolan, William, los dos cediendo, luchando… No pudo más y se echó a llorar.

Derrotada, destrozada por la crueldad del Capitolio, así se sentía ahora mismo.

Enterró su cabeza entre las rodillas, olvidando que ahora todos la observaban. Quería huir, escapar, frenarlo todo, pero, ¿acaso había algún modo de hacerlo sin condenar a su familia?

No.

No había modo de frenar esa tortura.



Una tortura.

Así eran los juegos para los distritos desfavorecidos, al igual que aquel último momento, una tortura.

Haymitch Abernathy lo sabía muy bien.

Levantó la copa de alcohol que sostenía su mano temblorosa para beber, dentro de poco todo estaría nubloso. Igual no importaba, ya estaba en casa, con dos cadáveres más y nada que celebrar.

Dos cadáveres más.

Eso eran los chicos del doce para el Capitolio, dos cadáveres, al igual que pronto lo serían los demás, excepto la nueva vencedora a la que Caesar era incapaz de consolar.

Y no era para menos lo que había vivido la chica era una auténtica tragedia.

La tragedia de sobrevivir a los juegos del hambre perdiendo mucho en el proceso.

El amor, al igual que él…

Y, sin embargo, fue su amor el que le ayudó a sobrevivir.

Lo mismo con lo que intentaba justificar el Capitolio el último acto de rebelión del chico del ocho. Amor.

Habían cortado la escena en que él se dirigía a los distritos, pero no importaba. En el momento en que él se mató, justo cuando la escena se hizo borrosa, a la par que caía, también lo hizo el Capitolio.

Perdió el control de los juegos.

Al igual que él perdía el control de su cuerpo y se tambaleaba al abismo otra vez.

La única rebeldía que le permitían ahora, tambalearse y caer hasta que le obligaran a levantarse de nuevo.

Al fin y al cabo era el único vencedor del doce, sería horrible que muriese.

Pero no por ello indeseable.

La muerte era la mejor libertad.



Libertad.

Era aquello lo que Cynthia había perdido al sobrevivir, la libertad de escapar de los juegos. Apagar el televisor, encerrarse, ignorarlo todo. Era eso lo que hacía en casa cada año, pero ya no podía hacerlo.

– Vamos, Cynthia, sé que esto es duro. Verlos morir por ti. – Le dijo Caesar abrazándola. – Pero debes resarcirte, no creo que ellos quisiesen verte así. –Cynthia negó.

–No.–Dijo simplemente cabizbaja y se limpió las lágrimas mientras el presentador le decía que aquello estaba a punto de terminar.

Lo cual no era ninguna mentira. Solo faltaba la batalla entre ella y Sean.

"Ni se te ocurra tener compasión. Porque desde luego yo no pienso tenerla." Y otro salto, otro desafío eliminado, el de Sean al Capitolio, y la recta final.

Un hacha, una flecha, otra, un disparo,…

Y todo se terminó.

"Señores y señoras me llena de orgullo presentar a la vencedora de los Sexagésimo Sextos Juegos del hambre, Cynthia Talvot"

Cynthia soltó un suspiro mientras la pantalla se apagaba, al menos no había cedido a ninguno de sus impulsos rebeldes. Ya no tenía ganas.

– Felicidades Cynthia, nuestra nueva vencedora. Nos diste un espectáculo impresionante. – Aquellas palabras sonaban casi irónicas en la boca del presidente de Panem, pero Cynthia se obligó a aceptarlas, sonreír mientras este le ponía la corona. Olía a rosas, rosas y sangre. Aquello no la sobrecogió, había visto demasiada sangre como para no poder soportar algo más. Un pequeño recordatorio de la arena. Un Juego terminado y otro iniciado.

El juego de ser vencedor.

Un juego en el que ella volvía a ser una muñeca, envuelta en gritos y vítores, saludando hasta que su mano se cansó y todo culminó.

No, todo no, solo su coronación.



___________________________________________________________________________________

– ¡Se te ha corrido el maquillaje!, ¿Por qué lloraste? –Su equipo de preparación se afanaba en arreglarle el rostro, mientras se dirigían a la mansión del presidente, para el banquete del vencedor. A Cynthia no podía importarle menos, por ella como si todo se corría. Tenía todas sus razones para llorar, la habían usado, manejado durante todo el espectáculo para que ganase. Ella, un simple daño colateral del lío que se había armado en estos juegos.

Lío que el Capitolio había tenido que arreglar con todas sus fuerzas, enfocando a Sean como poco más que un loco, y Nolan, otro amante trágico en los juegos del valor.

Y lo habían conseguido, siempre lo conseguían, era lo peor de todo, de un modo u otro todo se arreglaba a favor del Capitolio, ¿o no?

En el banquete Cashmere la fue guiando entre fotos y gente que la buscaba, a ella, la vencedora del distrito uno. Tenía la sensación de estar vigilada siempre, su mínimo movimiento, aunque no tuviese nada que ocultar.

Al menos ella no.

Pero otras personas sí.

Y una de ellas decidió hablarle justo en ese momento.



– ¡Aquí está! ¡La mujer del momento! ¡Cynthia Talvot! –Una mujer pelirroja se lanzó sobre ella, abrazándola, para luego susurrarle algo aterrador. – ¿Cómo te sientes sabiendo que veintitrés personas murieron para que estés aquí, entre ellas alguien a quién yo amé? –Lyra, la estilista del distrito cuatro, sonrió satisfecha al ver la muñeca resquebrajarse, observándola tan incrédula como asustada y Cashmere la fulminó con la mirada.

– ¿Qué haces aquí, Lyra? –Le replicó, observándola con furia contenida. –¿Disfrutas martirizando a mi vencedora? –La mujer negó con la cabeza, separándose de ella.

–No, pero de los resultados del espectáculo sí. – Y señaló a un extremo en la sala. Finnick Odair taciturno, soportando a una Capitolina que se mostraba más que comprensiva con él, su forma de dominarla, hacerla caer hasta que consiguió irse al balcón, en un estado que casi le rompe el corazón.

Tristeza.

Una tristeza justificada teniendo en cuenta que su mejor amigo había muerto en los juegos.

Y ella, Cynthia, no podía más que sentirse culpable al verlo.

Cashmere, por su parte, lo observaba muy asustada, a él y como el Capitolio lo dejaba aislarse en aquel balcón, rehuir la fiesta… Mientras Lyra reía.

– ¿Asombroso, verdad?–Les preguntó, la vencedora asintió mientras Cynthia las observaba más que confundida. – Ahora sí que lo quieren. Quieren consolarle a todo precio, cuando es su sistema el culpable de que su amigo estuviera allí. Sus deseos con él... Resulta hasta gracioso. –Y volvió a reír, burlándose ampliamente de su gente. E incluso así, viviendo con la melena del mismo rojo del loco de los juegos.

Aquello era inaudito.

– ¿Qué quieres decir? –Le susurró Cynthia, la estilista la observó más que taciturna, hasta que dijo, en el mismo tono.

– La verdad, vencedora, la elección de Sean no fue casualidad, muy pocas lo son, sino que son la prueba de que todos los actos tienen su consecuencia, tanto buena. –Señaló la forma en que el Capitolio observaba al vencedor que seguía absorto en el exterior, como alguien tan deseado como inalcanzable… –como mala. –Sus dedos entonces señalaron un extremo de la sala, donde unos agentes de la paz hablaban con una mujer de pelo rosado y ojos dorados. Unos agentes, el presidente y un hombre que Cynthia desconocía, pero al cual Lyra le sonrió. Una mujer que a Cynthia le había parecido ver el día de las pruebas, una vigilante.

–¿Quién es ella? ¿Qué le hacen?–Preguntó observándola más que asustada, ¿qué pasaba aquí? ¿Por qué la mujer semejaba aterrada? Cashmere se demoró un tiempo silenciosa antes de responder, en voz potencialmente baja.

– Se llama Thalía Rivens. Y la están condenando a muerte por un error, una ventaja que no debió otorgar

Una ventaja que no debió otorgar…

Aquellas palabras despertaron los recuerdos de Cynthia, la arena, una ventaja, aquellos cristales brillantes que le ayudaron a moverse por la pradera.

Y supo entonces la razón de que el Capitolio hiciese lo posible porque todos olvidasen aquel muro, aquello no debía estar allí.

Sean no debía estar tan aventajado, ni ella, ni ningún tributo. Era un error de un vigilante, una ventaja imprevista. Y Lyra rió como una niña pequeña, disfrutando de cómo los agentes se llevaban a la mujer, antes de aconsejarle.

– ¿Sabes? Aunque seáis "enemigos" yo te recomendaría que hablases con él. Podría explicarte muchas cosas. –Volvió entonces señalar a Finnick antes de partir hacia otro lado, como si nada.

Finnick.

Otro que sentía vigilado y, sin embargo él, al contrario de ella, parecía ocultar muchas cosas. Le intrigaba.

Pero hablar con él podría ser un arma de doble filo.

– ¿Crees que debería? –Le susurró a Cashmere. –Es decir, sé que no puede matarme, nadie puede. Pero, incluso así, ¿está bien que interactuemos cuando yo maté a su hermano? –La vencedora asintió.

– Ya te lo dije Cynthia, él no te odia. Va contra sus principios, pero sí oculta cosas. Y creo que estaría bien que las supiéramos, antes de abordar la entrevista de mañana ¡Suerte!

Suerte, justo lo que necesitaba, mucha suerte para no sucumbir y echarlo todo a perder.

La nueva vencedora suspiró, decidiendo acercarse con timidez, siempre había tenido curiosidad por Finnick Odair, lo veía tan parecido a ella que casi dolía. Y ahora estaban en la misma situación.

Los dos eran vencedores.

Vencedores con todo menos buena suerte.



__________________________________________________________________________________

Buena suerte.

Lo mismo que sentía que necesitaba Finnick Odair para no quebrarse y soltarle tres o cuatro verdades a los Capitolinos, que ahora buscaban consolarle. Lyra le había dicho, al fin, la razón de la permanencia de su pelo rojizo. Un experimento, tanto ella como él eran simples daños colaterales de los juegos, de la locura y posterior muerte de Sean. Cuanto más destrozado se mostrase, más lo querrían, más control le darían y por ello más seguridad habría de que dejasen manejar por él hasta confiarle sus más oscuros secretos.

Finnick se preguntaba si valía la pena mostrarse tan débil, si realmente conseguiría algo diferente de esa gente que no parecía tener otro pasatiempo que llenarse las barrigas de comida, mientras esperaban a su siguiente cargamento de juguetes. Para entretenerse, ya fuese en los juegos o después.

Y, sin embargo, sabía, por sus noches con Thalía, que no todos eran iguales. No todos eran inocentes espectadores.

Aquella mujer había sido más que astuta, su chantaje hasta que aceptó, luego la aventura del chico en la arena. Le había asegurado que Sean tendría protección mientras él siguiese sus planes y así hizo. Fue su tributo el que se desvió, no él, y por ello la mujer entendió que ya no se debían nada. Lo cual le aliviaba, no le interesaba ayudar a más tributos hasta el extremo que hizo por Sean, era riesgoso, lo sabía muy bien.

Pero siendo Sean su mejor amigo, su hermano, nadie podía culparlo. Podían vigilarlo, saber su poder, no ofrecerle más vigilantes,… No importaba porque de un modo otro él seguía siendo el vencedor más cotizado del Capitolio. Tarde o temprano conseguiría que las personas adecuadas, la gente como Thalía, llena de todo menos banalidades, con planes tan oscuros como sus secretos, viniesen a él como abejas a la miel.

Solo tenía que saber llevar bien su papel, mentir, jugar… Tal y como había hecho en sus juegos.

Y así, quizás, con el tiempo, llegaría a desbancar al presidente de Panem, descubrir sus secretos, también.

Sí, en eso debía centrarse, buscar el cariño y deseo de todos los que pudiera. Era doloroso, asqueroso y denigrante. Pero, de todos modos, tarde o temprano lo harían flaquear. No ganaría nada resistiendo ahora mismo. No podía destrozar nada desde fuera pero desde dentro, ¿quién sabe?

¿Quién sabe lo que podría hacer con las armas adecuadas? Los secretos…

Sin embargo, por ahora, nadie se había atrevido a proponerle nada, lo veían demasiado herido. Justo lo que quería, lo que había conseguido con Ellia, que lo dejase huir, refugiarse en una tristeza tan falsa como él. Que lo viesen simple y llanamente frágil.

Al igual que él se sentía, en cierto modo, solo que en un aspecto distinto.

Sentía que después de lo de Sean sería capaz de hacer cualquier cosa con tal de ganarle al Capitolio, que había llegado a un límite insospechado y que, mientras Mags lo esperase en casa, para curarle las heridas, estaría bien.

Por eso debía seguir y protegerla. Esa mujer era un ejemplo de valentía y fortaleza tan bueno o mejor que él. Seguía ahí, seguía siendo rebelde, seguía ayudando,…

Él también quería hacerlo. Pero no era ingenuo, había notado los agentes observándolo, vigilándolo por ser su distrito uno de los rebelados. Un paso en falso y todo se acabaría más pronto que tarde.



Lo mismo que le hizo notar su nueva compañía, Cynthia. Un paso en falso de esta con sus tacones de vencedora.

– ¡Veo que no soy el único que rehuye las multitudes arcoiris! – Bromeó, haciendo que la chica se riera. – ¡Hola, Cynthia!

Su tono era tranquilo, suave a pesar de su pasado. No la consideraba una enemiga, la chica había hecho lo correcto. Debía sobrevivir, lo creyese o no.

– ¡Hola, Finnick! –Respondió ella, apoyando su mirada en el horizonte. – Lo siento, estás… – Dudó un poco, mirando fijamente a sus ojos azul mar. No sabía qué buscaba, ¿tristeza?, ¿hostilidad? – ¿Bien?

– Perfectamente. –Afirmó él, sonriente. – Una ironía dado que Sean no está aquí, pero me dio el regalo más hermoso que un amigo puede dar: Fortaleza. –Sus manos jugaban con una especie de llavero rojizo hecho de macramé, su talento de vencedor. – ¿Cómo te sientes tú? –Le susurró al oído, pretendiendo ser cautivador. Cynthia rió.

– Como una muñeca. –Le susurró. –Una muñeca de porcelana con la que todos ansían jugar. –Recalcó. –Posa aquí, sonríe, Demuestra que eres una digna vencedora. Que venciste al villano, bla, bla, bla... – Soltó un suspiro, rabiada. – ¡Lloré en la retransmisión, Finnick!–Estalló, apretando los puños. – Lloré y lo habría seguido haciendo si con eso pudiese frenar todo este lío – Suspiró y él le sostuvo la mano. – ¡Menudo valor!

– ¡Al menos a ti no te van a vender al mejor postor en cuanto cumplas los dieciséis! Tu historia lagrimosa te protege, preciosa.–Sonrió levemente ante el terror y asco de la chica. – Fue en plena gira que me hicieron la propuesta.–Confesó. – En una fiesta como esta o mejor. Lo intenté, fallé, y la única razón por la que mis padres vivieron fue porque después de que, ingenuamente, dijeran a los periodistas que era demasiado joven para siquiera tener novia, habría sido muy sospechoso. Buscaron otro momento, otra razón y listo. –Chasqueó los dedos con una sonrisa irónica. – Somos demasiado frágiles, Cynthia. –Explicó. –Demasiado fáciles de romper. Muñecas de porcelana, tal como dices.

– Y aún así seguimos en pie. –Dijo ella con voz hueca. –¿Cómo lo soportas? Has perdido tus padres, tu mejor amigo y aun así me sonríes, mientras que yo…

– Solo quieres llorar. Comprendo. – Completó la frase por ella. – Supongo que porqué me sienta mejor enfadarme, hacerme fuerte y mantener la esperanza en un cambio en el tablero. Un momento en que lo que soy sirva para algo más que llenar las manos de los poderosos. No estamos solos Cynthia, hay más gente como nosotros o peor. Personas dispuestas a desbancarlo todo en el momento adecuado, solo debemos acatar y esperar.

Cynthia no podía más que mirarle asombrada, a él y la firmeza con la que le susurraba esas palabras. Acatar y esperar, ¿solo eso? Parecía sencillo e incluso así...

– No sé si me gusta la idea. – Murmuró, juntando sus manos, apoyadas en el balcón. – Quedarme quieta, esperar a quienes no crean poder quebrarse ante las pérdidas. Es decir, sé que no tengo elección pero…

– Te gustaría hacer más, entiendo. A mi también.–Rió. –Y luego dices que no tienes valor, ya el simple deseo de no quedarse quieta es un indicativo de lo contrario. – Ante aquello Cynthia sonrió levemente. – En fin. –Determinó mirando al Capitolio, divertido. Sus miradas de extrañeza por su reciente complicidad. – No sé qué me divierte más, lo inútil que es cualquier intento de denigrar a Sean y Nolan, visto que sus distritos ya los usaron como mártires. – Ella le miró algo sorprendida, sabía a qué se refería, las rebeliones de los distritos ocho y cuatro. Pero creía que había sido por Nolan solo. Sean estaba loco cuando estalló, ¿cómo podían seguirlo?

– ¿Sean también? –Interrogó y el vencedor asintió. –Pero si él estaba...–Dudó en pronunciar la palabra. Finnick Odair volvió a reír, completando.

– ¿Loco? –Ella asintió. –Por una razón muy obvia, linda. –Otro cumplido que ésta vez la hizo enrojecer. Debía admitir que el hombre a su lado era más que bello. El problema es que ella misma se sentía demasiado rota para ceder. – Ese chico, loco o no, ya era un símbolo, "el chico sin miedo".–Explicó con un suspiro de admiración. – Provocó un incendio, una revolución, y luego se pasó cuatro años desbancando a la autoridad entre las sombras. Para el Capitolio podría ser un loco, pero, en su distrito, tanto su victoria como su muerte luchando según sus reglas significarían otra cosa.

– ¡Valor! –Comprendió Cynthia. –¡No hemos perdido, hemos ganado!–Y tuvo ansias de reír como una niña pequeña. Tenía razón, Nolan y Sean no serían olvidados jamás, no mientras hubiese gente dispuesta a recordarlos y luchar en su honor.

– Lo cual me lleva al otro punto, Cynthia. Lo más gracioso. Tú eres la impulsora de todo esto. Ser profesional significa valor. Ser rebelde, también...–Le explicó antes de volver a la fiesta. Cynthia lo observó unos instantes, la rapidez en que su sonrisa se convertía en una mueca de hastío y dolor. La forma en que jugaba… Para que luego la gente la volviese a asaltar entre fotos y preguntas y, por un momento, un solo momento, se sintió feliz.

Por un momento se sintió victoriosa.

___________________________________________________________________________________



Comentario random: Entrada número 100 xD, si hay algo de lo que me siento orgullosa es esta conversación, hubo incluso un tiempo en que quise juntarlos pero con el tiempo me dije que sonaría más que inverosimil. Cynthia está herida, rota, tardará lo suyo en recuperarse y puede que otro tanto en confiar en el amor. Como veis este capítulo fue una locura de saltos y povs, puntos de vista que se conectan y otros que se separan, el Capitolio hace lo posible para arreglarlo todo, denigrar a quienes podrían suscitar un problema, como intentaron denigrar a Katniss, rebajándola a una simple enamorada, pero, al igual que entonces, la memoria de los habitantes y vencedores rebeldes, no es tan facíl de borrar como la del Capitolio. Para ellos la simple idea de estar en contra del gobierno, es confusión, una locura, les es facil pensar que cualquiera que lo intente no está bien. Pero en los distritos no es así. Sean es puro fuego para el cuatro, lo que podría explicar su apoyo a Katniss cuando pasó por allí, pero, quién sabe, ajajajhaja. Nos leemos en el epílogo :D

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Queridos tributos, aunque me encanta que esteis aquí y me leáis, me gustaría aún más que me dejarais vuestra opinión. Es lo que me anima a seguir la historia más que nunca.^_^